Por
lo general, todas las economías del mundo tienen un cierto nivel de
endeudamiento público. Este nivel de deuda pública varía de país a país
como podemos ver a continuación.
Gráfico 1. Deuda pública por país.
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Fuente: Eurostat
En España la deuda pública (el 36,7% en 2007 y el 69,3% en 2011) es inferior a muchos países de la UE, como es el caso de países tan importantes como Alemania (80,5%), Francia (86,0%), Reino Unido (85,0%).
Existe cierta confusión en los términos déficit y
deuda que nos llevan a sacar conclusiones inexactas. De una forma
sencilla podemos entender el déficit/superávit como la velocidad a la
que sale o entra dinero en tu bolsillo, y la deuda/activo, la cantidad
de dinero que debes o tienes.
Desde determinadas posiciones se nos dice que el
estado debe gestionarse como una familia, es decir, que no se puede gastar más de lo que se tiene. Sin embargo, desde una perspectiva
personal, se puede pensar que en un momento determinado es positivo
gastar más durante unos meses (financiando una inversión, formación,
etc) para obtener un mejor salario en el futuro que hará que tus activos
aumenten. Desde una perspectiva empresarial, puede ser igualmente
positivo el que los gastos superen a los ingresos en un periodo
determinado, por ejemplo, la inversión en I+D+i para conseguir una
innovación determinada redundará en una mayor cuota de mercado en el
futuro y en mayores beneficios empresariales.
Cuando desde las instituciones europeas y el FMI se
pone el acento en la reducción del déficit, se están haciendo
comparaciones únicamente en la cantidad que los gastos superan a los
ingresos en un momento determinado, en términos de porcentaje del PIB.
En ningún momento la evaluación va dirigida a calcular la capacidad de
endeudamiento del país en cuestión ni el plan a medio/largo plazo que
este país puede tener para enfrentarse a las dificultades actuales. Además, esta reducción rápida del déficit se realiza mediante políticas de recortes del gasto público (especialmente gasto social), lo cual provoca una caída de la actividad, del consumo, de los ingresos públicos, diluyendo así el efecto reductor de esta política, no así del sufrimiento de la población ya que sobre esta recae todo el peso de la crisis.
Por poner un ejemplo de alternativa a las políticas
actuales de reducción del gasto público extremo para conseguir la
reducción del déficit, un país puede decidir hacer frente a la recesión
actual con un plan a largo plazo de 10 años, con políticas expansivas,
que incentiven el consumo, la creación de empleo y el aumento de
ingresos públicos debido a la mayor actividad productiva en detrimento
de un aumento del déficit público y de su deuda pública a corto plazo.
El aumento de la actividad y de la recaudación redundará en una
disminución del déficit a largo plazo, combinado con medidas de
eficiencia en el gasto y mejora de la recaudación.
Una vez la economía de dicho país ha despegado, se
seguiría con el control exhaustivo del gasto público (que no quiere
decir recortes en gastos sociales). Se ha demostrado que en épocas de
bonanza la reducción del déficit es mayor debido al efecto multiplicador
de la inversión.
Una
de las objeciones a este tipo de políticas expansivas es la supuesta
dificultad que están atravesando determinados países para financiarse en
el mercado de deuda pública y la falsa creencia de que marcándose como
objetivo único la reducción del déficit en un plazo muy corto estas
dificultades desaparecerán.
La experiencia en estos últimos años esta
demostrando que las dificultades de financiación de determinados países
en la zona euro no tienen nada que ver con su nivel de endeudamiento ni
con el déficit público en un momento determinado, sino que más bien
tiene que ver con la credibilidad de sus políticas (nacionales y
europeas) para enfrentarse a un futuro de previsible recesión.
Desde
el punto de vista de los inversores, su preocupación no es el nivel de
déficit del país en cuestión, en un momento determinado, sino la
previsión de que en un futuro puedan conseguir un retorno adecuado de
sus inversiones. Un inversor vería con mejores ojos una política
económica destinada al fomento del consumo y la demanda agregada (puesto
que esto redundaría en su beneficio con mayores retornos de su
inversión) que una política de austeridad extrema que condena al país a
una caída importante del consumo y al inversor a un escaso, si alguno,
retorno de su inversión.
Por
lo tanto, llevando a cabo un análisis diferente de la situación,
podemos pensar que hay alternativas a la política económica ejecutada
por el gobierno en España e impuesta desde Europa, de reducción del
déficit como única opción para la salida de la crisis.