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sábado, 16 de febrero de 2013

Ser o Estar

En el anterior post (Bar, cenas y otros despilfarros), hacía una crítica a como desde la escuela de pensamiento dominante se nos esta adoctrinando a que la crisis es culpa nuestra y que debemos pagarlo, mientras ellos están abusando del sistema y de su situación de poder.

No quisiera confundir al lector, y hacer que piense que la política y sus actores, los políticos, sobran y que eliminándolos del sistema, todo nos iría mejor. No es esto lo que se pretende. 

El post anterior pretende conseguir una primera fase: indignación. Pero no todo acaba en la indignación. La indignación por indignación es tan peligrosa o más que la complacencia por resignación.

La indignación por indignación conduce a los fenómenos que podemos apreciar en la actualidad de desafección hacia los políticos, la política, y sus instituciones. Y es precisamente esto lo que no sólo no contribuye a mejorar la situación denunciada, sino que deja en sus manos el cuchillo con el que se reparte el pastel. Esto es, les da más poder para hacer y deshacer.

Sin embargo, la política es necesaria en cualquier ámbito de nuestras vidas, ya que esta se preocupa por la resolución de los problemas de los ciudadanos, solo pensando en la comunidad se pueden solucionar problemas que nos son comunes a todos y especialmente aquellos en los que se produce un abuso de posición o poder del que la ostenta sobre el que no. Solo la política (si se ejecuta con responsabilidad) es capaz de trazar un plan a largo plazo que nos lleve al progreso y el bienestar.

¿Que debe venir tras la indignación? Tras un análisis de la situación, de los motivos que nos han llevado a ella y de las resistencias al cambio, debemos hacernos la siguiente pregunta ¿Que podemos hacer?

La frase de Gandhi "Be the change you wanna see in the world" es el perfecto ejemplo para explicar el siguiente paso. 

Tenemos que ser aquello que esperamos de los demás. Si cada uno de los que nos quejamos de los políticos corruptos nos dedicamos a la política, en mayor o menor medida, participamos en partidos políticos, controlamos, exigimos transparencia, y tomamos parte de las decisiones, elegimos a nuestros representantes, la probabilidad de la corrupción en política se vería reducida hasta niveles casi inapreciables.

Esto mismo lo podemos aplicar a cualquier actividad en nuestras vidas y conseguiremos aportar nuestro granito de arena para conseguir un mundo mejor.

Habrá alguien que se pregunte: ¿y de qué sirve que yo actúe bien si el resto no? Sirve y mucho: 1º si tu participas y te preocupas, ya es uno más; 2º animando e influyendo en otros a participar y preocuparse, ya son unos más; 3º si unos cuantos se participan, se preocupan, controlan, exigen, se consigue influir.

En este post se ha pretendido que el lector se de cuenta de la importancia que tiene el participar en el sistema como método de control y como forma de aportar realidad al sistema. En el siguiente post hablaré de por qué, quienes nos dicen que hacen lo que hacen porque no hay otra alternativa, se equivocan.

viernes, 1 de febrero de 2013

Bar, Cenas, y otros despilfarros


A menudo se nos acusa a los ciudadanos/as de vivir por encima de nuestras posibilidades, de tener un sistema sanitario público que no nos podemos permitir y una educación pública poco eficiente.

Hemos sido atemorizados y engañados con la crisis para que cualquier política sea entendida como la única posible. Los ciudadanos/as han de entender que disminuya el gasto social, que se les recorten sus derechos, su salario y que se limiten sus condiciones de vida. Los ciudadanos han de entender que en tiempos de crisis la igualdad de oportunidades carece de importancia y que la redistribución de la renta es un abuso sobre la libertad individual.

Estamos siendo adoctrinados que no existe otro sistema que el de la libertad individual por encima de la sociedad, que el estado debe ser un mero defensor de la propiedad privada y un ente que socializa las pérdidas y privatiza los beneficios.
Se considera que la injerencia pública es en todo momento perjudicial para el sistema, y que este, los individuos, la sociedad y los mercados, dejados en absoluta libertad, son garantía de progreso.

Al mismo tiempo, los defensores de este pensamiento único, frecuentan los paraísos fiscales (Bárcenas, Díaz Ferran), cometen o permiten los abusos de poder tanto en lo público como en los privado (Díaz Ferran, Cañete, Rato), se olvidan del conflicto de intereses que hay cuando se gestiona lo público para obtener un beneficio personal privado (Rato, Urdangarin, Juan José Güemes), regulan amnistías fiscales donde lavar sus beneficios extraoficiales (Bárcenas), llevan a cabo indultos que permiten devolver favores (Tomás Gómez Arrabal, María Teresa Mesa Pernia, Fermín Muñoz Armero, Antonio Pérez Postigo, Constancio Alvarado, José Manuel Sánchez Donoso, Luis Calle Fernández, Miguel Escudero Arias-Dávila) pasan por alto la diferencia entre el poder de negociación del empresario y el trabajador (Díaz Ferran, Rosell).
 
El neoliberalismo hace bueno el refrán de "el dinero atrae al dinero", concentrándolo en pocas manos, únicos individuos a los que si llega el progreso.